miércoles, 14 de noviembre de 2012

El mosaico

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   Nace una tesela. La divides cortándola en dieciséis partes. Se repite la acción una y otra vez hasta tener tal cantidad de trocitos que se te amontonan. Hoy quiero escribiros sobre la paciencia. Si, esa virtud que no todos podemos decir que la tenemos.
 
A la izquierda teselas, a la derecha paciencia.
   Imaginad lo siguiente: la tesela es un problema que arrastras en tu vida. Algo que te impide vivir. Decides desmenuzarlo para que no te resulte tan indigesto y tan pesado. Pero eso lleva su trabajo. Tras un tiempo, lo consigues. Después, debes elegir entre varias opciones: quedarte con el problema, ignorarlo, pero cada vez que acudas a él te atragantarás, o intentar construir algo bueno. Decides la última opción.  

Desde la tesela hasta el mosaico
   ¿Qué puedes hacer con tantos trozos de un mismo problema? ¿Qué hacer con aquello que no te permite seguir con tu vida hacia adelante? ¿Debes arrastrar ese peso para siempre? ¿Por qué no te enfrentas a él?
   Ante tantas preguntas, tus manos empiezan a juntar los trocitos de todas las teselas que has partido. Son demasiadas para hacerlo en un sólo día. No importa. Hoy pegas unas cuantas y mañana otras tantas. Pasan los días.
 
   Al cabo de un tiempo, descubres que ya no te quedan más. Por fin, lo terminaste. Te alejas unos pasos para contemplar tu obra.

Gracias al tesón del día a día, a la paciencia y a tu tenacidad, has creado algo bonito y bello que puedes enseñar a los demás. Intentar sacar lo positivo de las vivencias negativas (hoy lo denominan resiliencia) requiere de esta gran virtud.
 
 
   Esta es la pequeña historia de cómo se construye un mosaico. El mosaico de la vida.